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El Reto de Explorarnos

noviembre 16, 2012 6 comentarios

Juliana De Ávila

SIN TINTA

Estoy frente al espejo de mi baño. Aún adormitada, comienzo a quitar lentamente mi pijama. Estoy completamente desnuda. Intento abrir los ojos y deshacerme un poco de la pereza, esos restos de telarañas que quedan después de ocho horas de sueño ininterrumpido. Frente a mí, mi reflejo. «Soy demasiado linda» digo mientras sonrío, ahora sí estoy despierta. Miro fijamente mis senos por un par de segundos. «Simétricamente correctos, proporcionalmente satisfactorios» digo mientras asiento con la cabeza, como quien chequea una lista. Ahora ubico las manos detrás de mi cabeza y mientras hago un ligero movimiento hacia el frente sigo observándolos, repito el movimiento con las manos en la cintura. “Se mueven con gracia y precisión”, registro en mi libro de observaciones matutinas.

Sigo contemplando mi reflejo y mis senos, no me había dado cuenta lo provocativos que son. Ahora puedo entender por qué Andrés no puede dejar de tocarlos y acariciarlos cuando tenemos sexo, pensé que era un fetiche personal. Lo entiendo, si fuera él haría lo mismo. Dejo de pensar en él y vuelvo a mis senos. Levanto mi brazo izquierdo, poniendo mi mano detrás de mi cabeza. Con mi mano derecha comienzo a tocarlo lentamente. Voy de afuera hacia adentro. Cierro los ojos mientras llego a mi pezón. Él se endurece, mientras yo lo toco lentamente. Lo suelto y regreso a la base. Así repito la sensación, el tacto y los movimientos con mi otro seno. Sería injusto si solo uno recibiera la exploración. “Perfecto” me digo en voz baja. Entro a la ducha.

Ya limpia, en mi cuarto y aún desnuda, me acuesto boca arriba sobre mi cama. Me acomodo y sigo mirando, ahora desde otra perspectiva, mis senos. “Hermoso” repito mientras ubico mi brazo izquierdo debajo de mi cabeza. Mi mano derecha entra en acción. La deslizo suavemente por la base de mi seno y con movimientos circulares voy llegando al centro. Cierro los ojos. Siento cada paso de mi mano, siento la suavidad de mi piel, mi pezón asustado, endurecido por el frío y el momento. Abro los ojos y sonrío. Ahora mi seno derecho. Como le digo a Andrés cuando se aferra a uno solo, “mi otra parte también quiere ser consentida, y es celosa” pienso mientras lanzo una carcajada. Está bien. Alzo mi brazo derecho y mi mano izquierda comienza a explorar. De repente, algo me detiene. Aún no he avanzado lo suficiente y siento en el espacio entre mi seno y mi axila algo extraño. Es una pequeña masa circular, dura, horrible. No estaba ahí la última vez. No continúo. Me levanto rápidamente. Me visto y salgo de mi habitación.

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Prima Nudista – Julio López Morata

Voy a la cocina y me sirvo un vaso gigante de agua. Lo tomo lentamente. Al tiempo mis ojos se llenan de lágrimas, se enrojecen. Rompo a llorar. Toda mi vida he temido por encontrar algo extraño en mi cuerpo. Un bulto en el seno mató a mi madre, a un par de tías y a una prima. Cáncer. Continúo llorando por un par de minutos. La cabeza agachada y el vaso aún en mi mano. “No, seguro es otra cosa” me digo intentando controlar mi llanto. Seco mis lágrimas y me dirijo al estudio. Enciendo el computador. Espero dos minutos que se sienten eternos. Ya está. Abro el explorador, y tecleo en google “bulto entre el seno y la axila”, las cinco primeras recomendaciones me producen un llanto ansioso y difícil de frenar.

“Bulto en el pecho cerca de la axila…cáncer de mama?”  Es la primera recomendación arrojada por el buscador. Ingreso a la página. Es un foro de preguntas y respuestas, una niña de 18 años, solo cuatro años menor que yo, cuenta como percibió en su pecho un pequeño bulto y pregunta qué debe hacer. Las respuestas no son alentadoras  “Puede ser cáncer de mama” y “Quizá necesites una operación y  tratamiento” eran las respuestas que una y otra vez se repetían en este espacio. Cierro la ventana.  La segunda recomendación es más fría, seca y directa “Diez síntomas de cáncer de mama”, el primero es el bulto que puede o no ser doloroso. Luego se despliegan nueves más que incluyen cambios en la forma y tamaño de los senos, cambio en la piel, secreción, sangrado vaginal y dolor en el acto sexual.  Comienzo a tranquilizarme, solo reconozco uno de los síntomas mencionados. Me quedo pensativa. Qué posibilidades hay de que una mujer de 22 años, sufra de esa enfermedad. No es acaso una enfermedad que se produce en mujeres de mayor edad, es acaso posible, me cuestiono.

Después de unos minutos, sé lo que debo hacer. Debo saber cuál es mi nivel de riesgo. Vuelvo a google. Tecleo “Factores de riesgo de cáncer de mama”. Abro la primera recomendación y leo lentamente cada uno de los factores mientras chequeo cuáles me aplican. Ser mujer me pone en riesgo. Heredar la enfermedad uno de los padres, es totalmente posible. Mis antecedentes familiares me ponen más cerca de la línea roja. Menstruación temprana, sí. Toda que haya iniciado antes de los 12 años es considerada “temprana”. La mía llegó a los nueve, junto con mis senos, “malditos senos” digo entre sollozos. Tan solo 15 minutos transcurrieron entre las búsquedas, la primera me dio ánimos. Esta me ha dejado destrozada. Soy una mujer en riesgo, incluso si lo que hay en mi seno, no es un cáncer. He comenzado a llorar nuevamente. Apago el computador de un tirón y me encierro en el baño durante un par de minutos.

Entro a mi cuarto. Me recuesto en mi cama, esa en la que descubrí mi fatídico final. Pienso en cómo dar la noticia. La cara de mis tíos, mi padre, mis hermanas, mi novio. Pensar en no poder ver más la cara de mis sobrinas, la fiesta de quince años prometida. Me perderé de todo. De las sonrisas, los cumpleaños, los carnavales y la fiesta de fin de año. Seré dentro de poco, una cifra. Una estadística. Dentro de poco, los reportes  tendrán una milésima más en sus cifras, seré uno de esos 5.526 casos anuales de cáncer de mama y posiblemente, en algún momento, que espero no sea prolongado, seré uno de los 2.253 fallecidos al año por esta enfermedad. Espero que no sea tan doloroso.

 Son las 10 de la mañana. Tomo el teléfono y aparto una cita con mi médico. Si daré la noticia, debo hacerlo de forma oficial y con muestras. No dejo de pensar en la cara de Andrés, sé que dirá que me apoyará, pero sé que al tiempo querrá irse, con una con senos normales y ya no le importará o no verá lo provocativo en los míos. Listo. Logré tomar cita prioritaria, es en dos horas. Sin ganas, me cambio y me aplico algo de maquillaje. Decido no peinarme. Ato con una banda mi cabello, tomo mis llaves y salgo de la casa. Doy unas vueltas en el centro comercial antes de la hora de mi cita. Intento dejar de pensar, por lo menos por un par de minutos, es imposible. Ya son las 11:30, mi cita es en 15 minutos.

Delante de mi doctora, rompo a llorar. Le cuento paso a paso mi mañana, lo que sentí en mi seno, lo que busqué en internet y lo que no dejé de pensar. Ella me mira preocupada. Sin rodeos comienza a hacerme preguntas. Hablamos de mis antecedentes, de mi vida sexual y mis cuidados físicos, de repente, interrumpiendo mi historia familiar, pregunta “¿Cuándo fue tu última menstruación?” me dice mientras me mira con curiosidad. “Me vino ayer” le respondo. Ella sonríe. Yo no entiendo. Sin decir más pide que me acueste en la camilla. Me explora. Pregunta insistente si así es como lo hago cada mañana. Asiento con la cabeza. Es justo así como lo hago. Me pide que me vista y se sienta nuevamente frente a mí.

“Lo que tienes es una hinchazón normal” dice sonriendo, “te felicito por hacerte el autoexamen, muchas no saben cómo” continúa. Yo aún no entiendo. Hago un gesto de duda, tuerzo mis labios, alzo mis hombros. Ella responde “Cuando tienes la menstruación, tus senos sufren leves transformaciones. Por eso, no se hace el autoexamen durante el periodo menstrual”  dice con una sonrisa en los labios. Yo, me siento tonta. Agacho la cabeza y sonrío levemente. “Eso no te lo dijo google o sí” remata.